En el Jardín, durante los días con influencia de la luna llena de mediados del mes de agosto, sal al anochecer y siente la vida alrededor. Haz la prueba.
Todos los procesos vitales se han culminado y la actividad de los habitantes de tu tierra es febril, desde los frutos más variados madurando en matas y árboles, a los polluelos de las aves aprendiendo a volar para, como las golondrinas, abandonar su nido de barro en el alero del porche… hasta la primavera que viene. Asimismo, se dejan ver de vez en cuando los pequeños erizos, topos y musarañas del año; y no resulta extraño escuchar los cantos, como quejidos, de las lechuzas.
Bien, pues en medio de todo esto, y por ejemplo sobre tu césped, estás cantando y bailando al son de una imaginaria música celta, o árabe, o flamenco ¡o rock&roll!, bajo esa luna, que bien podría ser la de Kenji Mizoguchi en su maravillosa película “Cuentos de la luna pálida de agosto”, y a buen seguro te llegará una fantástica sensación de bienestar, equivalente a todas las meditaciones tántricas, chamánicas y budistas del mundo, y pensarás: “han valido la pena mis esfuerzos de meses atrás, con esas siegas pasando calor, las escardas pinchándome las manos, los riegos de apoyo en días punta, los tratamientos y abonados para controlar bichos y carencias, las plantaciones en la huerta, los tallados a los setos jugándome el tipo en lo alto de la escalera”.
Todo ha valido la pena para llegar a esto: tu jardín estable, salvado ya de cualquier accidente por los rigores del clima, bello y acogiéndote para que disfrutes en su seno.
En él, las inmortales (Bracteantha) Proven Winners, tardías y resistentes, así como los tapices PW de campanillas de follajes variados (Ipomoea), brillan sobremanera. Y los árboles de Júpiter (Lagerstroemia indica) y de las mariposas (Buddleia davidii) están en flor, configurando un telón de fondo inigualable.