Mi trabajo es cuidar plantas. Me da igual cuidar una petunia o un roble; considero que cada uno aporta su cuota de vida, sanidad ambiental, alegría y color a nuestras existencias y la de nuestra casa (nuestra casa es el planetilla que nos ha tocado en suerte, la Tierra, que bien bonito es).
Dentro de los jardines que mantengo (hoy, domingo, de mi empresa me ha tocado regar a mi) hay dos secuoyas más que aceptables. Son estas:
Dos espléndidos ejemplares de secuoya gigante (Sequoiadendron giganteum).
Este árbol es, ahora mismo, el más grande del mundo, que no el más alto. Ni siquiera el más viejo ni el que puede vivir más años (y eso que con 2000-3000 hay varios). Ninguno sobre el mundo pesa tanto ni contiene tanto volumen y sus 80-90 metros de altura son impresionantes, pero hay un familiar próximo que le supera en altura. Se trata de la secuoya de verdad, del árbol rojo de California (Secuoia sempervirens), con su buque insignia, Hyperion, de 115,5 metros de altura!! Todavía hay otra secuoya menor (Metasecuoia glyptostroboides), pero esa no pasa de 30 metros (qué barbaridad).
En mi ciudad, Madrid, tenemos, además de «las mías», algunas secuoyas interesantes. En el parque de la Fuente del Berro
vive una secuoya gigante hermosísima, y en el Campo del Moro se encuentra el árbol más alto de la ciudad, una secuoya roja de California espectacular.
Diferenciarlas es muy fácil, pero los errores están a la orden del día, incluso en libros, entradas de Internet (de esas en casi todas) e incluso en tratados jardineros.
Las secuoyas gigantes tienen hojas escamosas, como los cipreses, mientras las secuoyas rojas cuentan con aciculas planas, como los tejos.
Ambas son preciosas, ambas son espectaculares y, como todos los árboles, entrañables.
Por cierto, dentro de los récords vegetales, las secuoyas no son los árboles más altos que han poblado la Tierra. Los rascacielos arbóreos son los australianos eucaliptos (Eucalyptus sps.), con ejemplares que han alcanzado ¡150 metros!, pero que han sucumbido a tormentas, incendios… y hachas. En un incendio forestal de eucaliptos, las llamas alcanzan los ¡300 metros de altura!
Secuoyas gigantes, rojas, eucaliptos, todos ellos seres deliciosos y ¡salvavidas nuestros! que se encuentran ahí, inermes ante nuestras motosierras, a las órdenes de nuestros caprichos.
¡Larga vida, amigos! A todos los árboles del mundo, ¡por muchos años!